Informatico El SARS-CoV-2 es un virus de una familia diferente a los de la gripe. El SARS-CoV-2 es un coronavirus mientras que las cepas circulantes de la gripe son de la familia influenzavirus. Hay algunos síntomas que pueden coincidir con el de otras enfermedades respiratorias como la gripe, pero decir que el coronavirus SARS-CoV-2 o la enfermedad COVID-19 en su conjunto son parecidos con la gripe es inexacto y puede conducir a confusión o a que la población minimice los riesgos de este nuevo virus y no se tome en serio las medidas de contención.
El SARS-CoV-2 es un virus que, como su nombre indica, puede producir un Síndrome Agudo Respiratorio Severo (SARS). La gripe estacional causa en torno al 1% de hospitalizaciones por complicaciones como la neumonía en países desarrollados mientras que en este virus SARS las complicaciones que pueden requerir hospitalización rondan el 18% (y un 5% críticos), con un alto porcentaje de neumonías.
La gripe estacional tiene un R0 de 1.3 (es decir, cada persona contagia como promedio a 1.3 durante el periodo infeccioso), mientras el SARS-CoV-2 tiene un R0 como mínimo de 2 en estos momentos. Dado que aún está en una fase inicial de expansión, el R0 puede ser superior dependiendo de las condiciones como el lugar (por ejemplo un crucero o un avión), el tipo y el número de contactos que tengan las personas infectadas, etc. Por lo tanto, es al menos casi el doble de contagioso que los virus de la gripe que circulan, lo que unido a su capacidad para provocar neumonías y requerir hospitalización lo convierten en mucho más peligroso que la gripe porque los sistemas sanitarios pueden verse desbordados (ya lo están a veces en los picos de gripe, así que si le sumamos este nuevo virus la situación empeora aún más porque el SARS-CoV-2 no sustituye a las cepas de la gripe sino que coexiste con ellas). Si fracasa la contención o si se desbordan los centros sanitarios, el R0 aumentará (habrá más contagios) y también aumentará la mortalidad (ya que quienes no puedan ser tratados de forma adecuada de la neumonía y la imposibilidad para respirar tienen más probabilidades de morir).
La mortalidad anual debida a la gripe en países desarrollados es de entre el 0,05% y el 0,1% mientras que la provocada por el SARS-CoV-2 parece estar en el 2%. Su letalidad es entre 20 y 40 veces mayor que la de la gripe.
Hay otras características de esta cepa de coronavirus que aún están bajo estudio, como si tiene otros medios de propagación aparte de los conocidos en el anterior coronavirus SARS, si se pueden producir reinfecciones, el tiempo que tarda en ser eliminado del cuerpo (si lo es), etc.
Además, al ser un virus nuevo, no hay inmunidad, ni vacunas, ni tratamientos aprobados para prevenirlo. Sí hay tratamientos para las neumonías que provoca, pero no en todos los casos pueden ser controladas las complicaciones.
Por todo ello no se puede comparar con las cepas de gripe que están circulando actualmente y debe realizarse un esfuerzo mucho mayor por contenerlo para disminuir el R0 (o sea, su ritmo de contagio) con kits de detección rápidos y precisos, clasificación de los brotes, medidas agresivas de cuarentena y aislamiento en brotes intensos, información actualizada de los focos cercanos a la población para que se proteja del contacto innecesario, obtención de una vacuna y de tratamientos eficaces para prevenirlo o revertir las complicaciones. Si no se consigue disminuir el R0 con las medidas de contención habrá que ir viendo su evolución estacional y los nuevos datos de letalidad y porcentaje de casos que requieren hospitalización.